Transfusión Sanguínea

La transfusión de componentes y derivados de la sangre humana sirve para tratar pacientes con trastornos y enfermedades graves que no pueden ser corregidas con otros medicamentos. A pesar que se cuenta con algunos sustitutos de la sangre que permiten mantener su volumen y su consistencia, la mayor parte de los componentes celulares y plasmáticos de la sangre humana poseen una actividad biológica que los hace el tratamiento más eficaz para una gran variedad de afecciones.

En general, las situaciones de urgencia vinculadas con accidentes, actos de violencia y cirugía mayor; las enfermedades crónicas, oncohematológicas, los trastornos de la coagulación y las complicaciones del embarazo y el parto requieren el uso de algún componente o derivado sanguíneo.

Por eso hay que contar con hemocomponentes y hemoderivados para transfusión en los centros asistenciales ya que esto resulta indispensable para evitar la muerte o prevenir complicaciones mayores en los pacientes muy graves.

Los procedimientos realizados en los servicios transfusionales con el correr de los años han avanzado mucho en cuanto a las técnicas y procedimientos. El conocimiento profundo de la respuesta inmune del receptor frente a los diferentes antígenos del donante han permitido garantizar que la transfusión sanguínea no represente un riesgo alto de muerte como en épocas anteriores, donde la falta de seguridad tanto al nivel de pruebas serológicas, como de compatibilidad, llevaban al paciente a sufrir variadas patologías secundarias a la transfusión.